


Esta semana hemos dejado volar la imaginación hasta el reino de los animales… ¡pero no de los que ya existen! La propuesta que les hice a mis niños y niñas fue inventar un nuevo animal combinando uno grande y otro pequeño. El resultado: una auténtica fiesta de criaturas fantásticas nacidas de la creatividad de mis chatis.
Tuvimos un ejemplar de elenfiojo, ballerión, morafa, cangufín... Algunos eran tiernos, otros un poco traviesos… pero todos únicos, con su propio
carácter, su hábitat inventado y hasta sus poderes especiales.
Más allá del juego, esta actividad ha sido un
ejercicio precioso para trabajar la descripción, la coherencia
y la originalidad. Cada niño ha tenido que imaginar cómo se comporta su criatura, qué come, cómo
se mueve y, sobre todo, qué la hace especial.
A continuación, comparto algunas de las redacciones de mis chatis junto con sus dibujos y presentaciones.
Porque en nuestra clase, los animales imposibles…¡sí existen!









Este año, en La sonrisa de las letras, hemos celebrado el Día de Todos los Santos viajando en el tiempo.
Desde el siglo XIX ha llegado a nuestra aula La Trovadora del Tiempo, trayendo consigo las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, un autor que sigue emocionando a generaciones con su mezcla de misterio, romanticismo y belleza.
Entre todas sus leyendas, elegimos una muy
especial: “El beso”.
Una historia que nos habla del amor, el destino y lo sobrenatural… pero que
también invita a reflexionar sobre los límites entre lo real y lo imaginado.
Después de leerla
juntos, les propuse a mis chatis un reto
literario y artístico:
¿Y si “El
beso” sucediera en el siglo XXI? ¿Y si Bécquer, en lugar de escribir, hubiera
pintado esta historia?
La primera propuesta dio lugar a redacciones
llenas de imaginación.
Mis alumnos reinventaron la leyenda con escenarios actuales —plazas, museos,
redes sociales, incluso mundos virtuales—, pero manteniendo intacta la emoción
del relato original. El amor, el misterio y la belleza siguieron siendo los
grandes protagonistas, solo que ahora hablaban con voz del presente.
La segunda parte
del proyecto fue un viaje artístico: imaginar El beso como si formara parte de la pintura romántica. Cada
grupo eligió un momento de la historia, una atmósfera, unos colores… y luego,
con ayuda de la inteligencia artificial, transformó su visión en
imagen.
El resultado fue sorprendente: obras que mezclan el arte clásico con la sensibilidad moderna, la fantasía y la emoción de los niños.
Algunos de los títulos de sus cuadros hablan por
sí mismos: El beso estrellado
El beso a medianoche o El beso del
amor verdadero
A continuación, comparto algunas de las redacciones y las creaciones visuales que nacieron de esta experiencia. Son el reflejo de cómo los clásicos pueden seguir vivos, inspirando nuevas voces y nuevas formas de mirar el mundo.
A mis pequeños trovadores del tiempo deciros que habéis viajado conmigo entre siglos, leyendas y pinceles. Habéis hecho que Bécquer vuelva a soñar y que El beso tenga nuevos colores. Gracias por dejar que la literatura siga viva… en vuestras palabras y en vuestros corazones.







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